Hoy El Ingeniero decidió fregar, lo cual me encantó, ya que lo que había en el fregadero tenía residio de comida con derivados de maíz. Para no aburrirse demasiado, puso su iPhone en un gabinete, para oirlo mejor. Al Ingeniero le gusta el volumen más alto que a mí, así que cuando quise decirle algo, cerré el gabinete, y le sonreí a la vez que le dije, "¡Como con la Victrola!"
Para los que no saben, una Victrola es un tocadiscos de principios del Siglo 20, la nuestra siendo del 1917. Lo sé porque Eddie buscó el número de serie en el internet. No usaban electricidad para control de volumen, sino las puertas al frente, que se abren y se cierran según tu gusto. También cerrar la tapa ayuda al control de decibeles y de altos y bajos. No creo que para ese tiempo la gente pensaba en altos y bajos...
Me viro para hacer otra cosa, hago mutis hacia el cuarto y oigo una voz diciendo que sería interesante oir cómo afectaría el sonido si el iPhone estuviera en la Victrola. A los pocos momentos El Amor de Mi Vida, mejor conocido como El Ingeniero me dice que no alcanza el celular. "¿Cómo que no lo alcanzas? La Delicada Flor no está. Quizás yo pueda..."
-No, mi amor, está atascado.
-Mi mano es más pequeña que la tuya. ¿En dónde está?- y mientras le preguntaba, sabía en mi interior que el celular estaba EN EL INTERIOR DE LA VICTROLA. Y así fue, la bocina, tan artísticamente diseñada para que el sonido saliera bellamente por unas rejillas de madera que se van inclinando hacia el centro donde se origina el sonido, no fue diseñada para que una manita alcanzara un celular deslizado... Suspiré por dentro, y metí la mano en cada una de las rejillas, aún sabiendo que no iba a tener éxito, sin embargo, había que hacerlo por aquello de hacer el intento.
¿Qué íbamos a hacer? Lo digo en el plural porque el problema del Ingeniero se convirtió en mi problema también, especialmente porque, contrario a una Victrola del siglo pasado, al iPhone no se le acaba la cuerda luego de 2 ó 3 minutos. Ese aparatito puede tocar música, especialmente música que no me gusta, por horas. Muchas horas. Demasiadas horas. El Ingeniero decidió desmantelar la Victrola, y por supuesto, yo lo ayudé, buscando herramientas y trapitos para que no guayara la madera, y limpiarla de una vez por dentro, pese a que Nadie la va a mirar por dentro. No importa, YO sé que ahí hay polvo. Y si no le quito el polvo, yo sé que mi suegra nos va a visitar y va a saber que hay polvo en la Victrola.
Volviendo al asunto, Daniel El Travieso se levantó, y vio todo el trabajo que estaba pasando su progenitor, y le dijo, "Por qué no lo pones al revés y sale?"
Había estado ya 3 horas trabajando en esto. Había buscado en el internet información acerca de victrolas y cómo arreglar el motor, hasta registró la nuestra. Cuidadosamente había estado sacando clavitos pequeñísimos y tornillitos de difícil acceso, guardándolas con cuidado. Sólo le faltaban tres (3) tornillos para por fin desmontar la bocina, por lo menos, ese era el plan. Y Daniel le dice que lo ponga alrevés. Hubo un silencio...
y Eddie pausó...
y Eddie pensó,
y Eddie decidió
que era buena idea. Lo pusieron de lado. Lo pusieron al revés. Lo inclinaron, y el iPhone salió. Y lo primero que hizo El Ingeniero fue bajar el volumen. (¡Gracias!)
Y ahora, sólo hay que arreglar un resorte ("ejspring" en buen español) y estará como nuevo. Bueno, no tan nuevo. Pero no tan viejo. Tiene casi 100 años. El iPhone de El Ingeniero tiene 1 año. Prefiero la Victrola porque sólo le tengo que dar cuerda y tengo música. Si se va la luz y no se puede cargar la batería, tienes un adornito carito...
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